HOY / Matagalpa
Congregados en el área cercana al beneficio, hombres y mujeres concluyeron su jornada en los cortes de café. En grupos separados por género, hombres y mujeres aguardan a que los llamen los encargados de las planillas. Es la “hora de la medida” en esta finca cafetalera, 18 kilómetros al norte de la ciudad de Matagalpa.
Mientras esperan, unos aprovechan para ir al comedor a tomar café recién hecho. Un grupo de hombres descarga decenas de sacos de un camión que recién llega de los cafetales con el fruto recogido este día por los obreros. Algunos niños, hijos de empleados permanentes que viven en la finca, llegan a saludar a sus padres que también regresan de los cortes.
“Aquí ha estado muy bueno el corte”, aseguran Martha Castro y Marlon José Lira, mientras esperan que los llamen. Para ellos, los cortes de café representan la oportunidad de mejorar sus ingresos, al menos durante el tiempo de las cosechas.
Castro explica que los cortes “no son parejos” en todas las fincas, pues hace dos semanas ella y su esposo estaban en otra propiedad donde juntos apenas cortaban un máximo de diez latas por día, pero “aquí nos cortamos 18 latas”.

HOY / Luis Eduardo Martínez
Recolección
Joaquín Solórzano Lanzas, presidente de la Asociación de Cafetaleros de Matagalpa (Asocafemat), comentó que hubo un período de sequía en las plantaciones, provocando una maduración lenta del café. Pero, las lluvias de los últimos días “han hecho que el grano madure más rápidamente”.
Esta semana comenzó la etapa “pico” o de máxima recolección de la cosecha 2017-2018 en el departamento. Hasta ahora, la Asocafemat y la Alianza Nacional de Cafetaleros de Nicaragua (ANCN) no reportan problemas con la mano de obra. Sin embargo, hay fincas donde hacen falta brazos y los productores han tenido que ofrecer nuevas alternativas.
Castro y Lira viven en una comunidad cercana a El Tuma, uno de los principales poblados del municipio El Tuma-La Dalia. Deben levantarse antes de las 3:00 a.m. porque a las 4:00 a.m. deben abordar el camión que diariamente traslada a los cortadores hacia la finca donde trabajan. Esta pareja tiene un hijo de 9 años, quien se queda en la casa bajo la tutela de algunos familiares.
Sin embargo, Castro debe dejar lista la comida del día para su hijo y aprovecha para llevar su ración y la de su pareja a los cortes. Así logran cobrar un poco más por cada lata de café cortado porque, según la normativa salarial del café —vigente y sin cambios desde hace una década—, el productor que no proporcione alimentos cocinados, debe compensar esto con el pago de 30 córdobas diarios al cortador.
“Lo que ganamos aquí se ocupa para todo: comprar comida, recoger y comprar los útiles para que los chavalos vayan a la escuela, le queda alguito a uno”, dice Benavídez. Al llamado del “planillero”, los cortadores se acercan, entregan una tarjeta de control y vacían los sacos de café cortado en unas tolvas con medidas, desde las cuales el grano cae después a una canaleta que lo conduce directamente al proceso de beneficiado húmedo.